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A la de tres, sonrían

  • Foto del escritor: Helena Garay
    Helena Garay
  • 4 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

Retrato de boda de José Garay y Carmen San Miguel, realizado el 12 de octubre de 1948.

En la fotografía que ilustra este artículo, aparecen mis abuelos, Carmina y Garay en su retrato de boda. Se casaron el 12 de octubre de 1948, de negro, como la fotografía. Miran a cámara con rostro sereno y feliz porque saben que están ante el disparo de lo que será la imagen del recuerdo. Una imagen que como la de las bodas de esa época quedó custodiada para el resto de los días bajo un marco de plata. No hubo ninguna fotografía más que la de arriba.


Les propongo un juego. Busquen en google: ‘fotografía de boda antigua’, y luego busquen ‘fotografía de boda’. ¿Lo ven?


Antes, los retratos de boda se realizaban en el interior de un estudio fotográfico (como el de mis abuelos) con fondos neutros, y en alguna ocasión con fondos pintados con las parejas ante escenarios de cortinajes, columnas, bibliotecas o falsos paisajes. Estas imágenes de antes, comparten atributos similares que nos llevan directamente al género del retrato fotográfico, como por ejemplo: la verticalidad de la fotografía, el plano general, la mirada a cámara, y sobre todo la estaticidad, convirtiéndose en imágenes cuyo cometido principal es la memoria.


Ahora se fotografía a novios por los aires, puestas de anillos, brindis a contraluz, atardeceres, saltos con zapatillas Converse, novios con gafas Ray-Ban, manos haciendo la forma de corazón, bengalas, globos y humos de colores e incluso perros con pajarita. Ahora el estudio del fotógrafo se ha desplazado a las playas, bosques y carreteras, y se utilizan los primeros planos, planos medios y generales, picados y contrapicados. Ahora la imagen ‘se mueve’, alejándose de esa estaticidad de los novios de antes. Ahora se grita, se llora, se ríe, se besa, se abraza y se salta. Ahora los novios interpretan y las fotografías captan un registro más grande de emociones, convirtiendo a la fotografía de boda en una producción sofisticada que se aleja del clásico retrato de antes. Ahora se fotografía todo, a todos y en todo momento.


Los novios, en aquel entonces, sentirían la misma emoción que los de ahora, sin embargo es difícil encontrar fotos realizadas en los estudios fotográficos en las que aparezcan besos e incluso abrazos. Las parejas acudían a estos estudios para registrar de manera oficial aquel momento ceremonioso, de ahí esa contención impuesta a la hora de posar, ya que se entendía como un momento importante y especial que requería de cierta compostura, dejando las pasiones, en todo caso, a cargo de un familiar o amigo invitado, con cámara fotográfica y dispuesto a disparar un par de carretes, pero que a su vez, estaría muy lejos del tipo de fotografía de boda de ahora, pero no por nada o sí por mucho, al final se trata de tradición, y a las tradiciones también les golpean las modas y tendencias.

Ahora mis abuelos harían una sesión de fotos preboda y quizás postboda. Las invitaciones llegarían en formato trailer. Contarían con dos fotógrafos, uno para mi abuela mientras se viste, la maquillan y desayuna champán y otro para mi abuelo mientras se pone los gemelos en plano detalle. Incorporarían un photocall y un videomatón. Llevarían la pose ensayada para replicar las tendencias del momento y crearían un hashtag para reunir las cientos de imágenes tomadas el día de su boda.


Acuérdense de mirar a cámara y sonreír.


(Artículo publicado originalmente el 4 de diciembre de 2022 para el suplemento de Bodas 2023 del Cantabria DModa de El Diario Montañés dirigido por Leticia Mena)



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